5.2.09

camisetas

Voy a agarrar mi remera más vaqueteada y la voy a escribir con tinta para textil. frase: meu amor por você é unico mas você não é meu unico amor (ataque 77 en português). Después de hacerla le saco una foto y se las muestro para que vean que las ideas son mejores aplicadas que habladas.
Tengo un resfrío monstruoso. La herida del pie es más profunda de lo que parecía. Mientras escribo estas líneas tengo los pies sumergidos en agua tibia con sal gruesa y vinagre, debería tener también alcohol, pero no hay, mi amiga con nombre de estrella de cine me recomendó la cura. Hoy me hice ver el agujero por un médico clínico, me dice que está infectado, tengo que comprar antibióticos. El agujero es igual al del pié de Jesús en la cruz, igual a la de todos los crucificados a los que les clavaban los piés, estoy drenando energía por ahí, o algo, porque sin embargo, parece que del agujero emanase un néctar. Acercamientos inesperados están sucediendo, situaciones cícilicas, personas del pasado, oportunidades para elegir mejor. Acabo de leer que es el año del búfalo para el horóscopo chino, el año del trabajo, justo lo que venía aceptando en estos días, perfecto, acompañaremos a los chinos pues.
Saco el pié del agua y me voy a pasar propóleo, parece que es mágico. En Argentina quedó desprestigiado pero según mi amiga con nombre de estrella de cine, es lo único que hace cicactrizar la herida de un diabético. Después relataré la evolución de la clavada del mes. Boa noite.

2.2.09

un viernes cojo

Se perfilaba un viernes diferente. Por primera vez había recorrido en moto la Floresta da Tijuca, el segundo parque urbano más grande del mundo, o el primero? no me acuerdo, pero está bien arriba en el ranking de parques urbanos. Atravesé la avenida Mem de Sá en llamas, unos 43 grados mostraban los termómetros digitales, hasta dar con la subida hacia los Altos da Boa Vista, y su nombre dice todo, curvas, verde, flores, frescor en el aire, hasta llegar a la casa de mi amiga Aluá, que vive en una comunidad (a las favelas ahora se los llama comunidad) para la que hay que pasar el portón de seguridad de un condominio (un barrio cerrado) para entrar, cosa de locos, cosa de Rio de Janeiro. Es que la comunidad estaba antes, me explicó Aluá. Es la primera favela que conozco con seguridad privada. Su casa es un cuarto con un pequeño baño y una pequeña ventana, con vista al mar, si hubieran hecho la ventana un tercio más grande, el departamento sería un loft, pero no sé por qué, usan la ventanita padrón, dejando al cuarto como un cubículo y al mar como un bien que le pertenece a los del barrio cerrado. Aluá va a comprar otra ventana, y una hamaca.
Por las dudas, antes de irnos aproveché a darle unos consejos al dueño-albañil que construía otro cubículo idéntico al de mi amiga en lo que bien podría ser su terraza, o su sala de estar. Aproveite a vista! le dije, use menos ladrillos! hasta es más barato dejar la vista más grande, lo mejor que tienen las favelas es la vista, y no la aprovechan! enseguida se me ocurrió lo bueno que sería que el gobierno promoviese unos programas de capacitación para la construcción en las comunidades, ya que son los que más construyen y ya que lo van a seguir haciendo, que lo hagan bien! unos consejitos les puede cambiar la vida, y la ciudad toda mejora! últimamente tengo muchas ideas citadinas... es que Rio es tan linda que me inspira, y las atrocidades que veo, también.
De su casa la acompañé a su trabajo, en la livrería travessa, el templo del libro en la ciudad maravillosa, un oasis dentro de un shopping. Hacía tanto tiempo que no entraba en un shopping, el efecto es inmediato, apenas entré empecé a tentarme indiscriminadamente con todo lo que mostraban las vidrieras, como si necesitara compulsiva y obligatoriamente todas esas cosas nuevas. Me resistí al magnetismo del consumo y me senté en el café de la livrería de Aluá con un libro de Niemeyer: mansiones hechas por Niemeyer. Me intrigaba ver qué hacía este genio socialista con las casas de los ricos. Hacía maravillas, eso hacía. Las únicas ideas que tengo para mi futura casa las saqué de ese libro.
En pleno café me llama un amigo al que no veo hace mucho tiempo, para reiterar una invitación a una cachoeira, una caminata de unos 20 minutos en pleno jardín botánico, la cachoeira de los primatas. Accedí y, atravesando el tránsito que hay los viernes en el mundo entero, logré llegar de la Barra hasta el botánico en 35 minutos, en mi honda pop.
Felices con el reencuentro, nos subimos a la moto de mi amigo, y va a ser la primera vez que alguien, fuera de un moto taxi, me lleva en moto en esta ciudad. La conversación se pone buena hasta que una señora abre la puerta de su auto justo cuando vamos a pasar, y la entierra, con ganas y mucha fuerza, justo sobre mi pié, vestido con unas humildes y desprotectoras havaianas. Pude sentir cómo la punta del metal se adentraba sin prisa y con presión en la piel, logrando un corte profundo y un dolor raro, que me da fiebre, que me quita las ganas de hacer. Una amiga de mi amigo es médica y me curó la herida, sin suturar. Enseguida después de lo del pié se largó a llover, y no paró más en toda la noche. El viernes quedó tan desvirtuado como mi pié y como mi celular que, dentro del bolso, se agarró todo el desinfectante que había en el tubito que me regaló la médica. El celular y mi pié están en condiciones similares, los dos rengueamos un poco. Y mi amigo, que en su momento me había gustado, no me gusta más, no porque no me guste él, sino porque creo que en todo lo que pasó. Ese chico no es para mí no.

tantas tapitas tiradas


Hace una semana, corriendo por la playa de flamengo, mirando el dibujo que las olas dejaban en la arena, presté atención a la cantidad de tapitas, entre otras miles de cosas, que había tiradas.
Empecé a agarrarlas, no sé por qué. Cuando fueron demasiadas para sostener en la mano, encontré una bolsa, mientras tanto iba pensando... qué carajo voy a hacer con las tapitas... no importa, por lo pronto, sacarlas de la arena... ese día junté 148 tapitas en perfecto estado,
12 rotas y una vaquita de plástico.


La segunda vez que fui a correr, un miércoles, después de un feriado, junté 540 tapitas. No exagero, no miento, las conté después de dejarlas en remojo y lavarlas. Son muchas tapitas para estar tiradas en una playa.

Cuando era chica, la playa estaba llena de caracoles, no de tapitas, los juntaba también, horas y horas eligiendo los caracoles más lindos para después llevarlos a casa y no saber qué hacer con ellos.


Naranjas, amarillas, azules, verdes y las violetas, que son las que más me gustan y las más difíciles de encontrar. Decidí hacer murales de tapitas, pegarlas una al lado de la otra, con cemento, en alguna pared.

Flores de tapitas.
Basura transformada en flores, lixo por luxo.
Todo el mundo puede aportar ideas, juntar tapitas, pegarlas, inventar usos, formas...
Empecé a hacer un mural, solamente para comprobar la eficacia de la técnica, del cemento como material de contacto. Hasta ahora siguen todas pegadas.