11.12.10

Quien paga el pato

Cuando llegué no estaba más. No había ni una moto en el estacionamiento, ninguna, la mía tampoco. La habré dejado en otro lugar? no, no, era ahí mismo. Había llegado temprano, a las 11 y poco de la mañana, para ver el pato inflable que el grupo Anjos do Picadeiro, en conmemoración del día del payaso y del festival que se está llevando a cabo en Rio de Janeiro, anunciaron que inavdiría las arenas de Ipanema. Le había puesto la tranca a la moto. Pero no estaba más. Otro medio de transporte quitado de mis pertenencias. Un día de sol maravilloso arruinado en segundos. El estremecimiento ya conocido de la pérdida, tal vez el peor de los robos que sufrí en mi vida. La idea de terminar otro sábado en la policía -los asaltos siempre fueron los fines de semana, especialmente los sábados- me hizo sentir toneladas en las piernas, en el bolso pesado con la cámara, en el pecho. No estaba más. Chau moto. Fui a preguntarle al portero de un edificio si sabía donde quedaba la comisaría, con palabras lloradas, con una tristeza inmensa, pero el portero me dijo que la moto se la había llevado la prefectura, que se había llevado todas las motos. Pero si estaba bien estacionada... el resto de las motos, subidas en las veredas, en los canteros, entre los autos, continuaban allí, pero mi moto bien estacionada en el estacionamiento -después de aprender que dejarla en la vereda trae multas- no estaba. Y ahora? llamadas, guardias municipales, números de teléfono, crédito escaso en el celular, nadie sabía de nada, a nadie le sorprendía que podría haber sido robada y no remolcada. Pero fue remolcada, me lo dijeron en la comisaría de Copacabana. El lunes a las 8 de la mañana tengo que ir a retirarla, y pagar una fortuna. Pagaré el pato, por mala suerte, pagaré el pato. El trámite, el tiempo, el disgusto, el susto, el remolque, el día de almacenamiento, el pato todo. Todo por estacionar en el estacionamiento. Patología de esta patota de patetas.