Este niño se llama Marcos y es mi sobrino. Tiene un año y 3 meses. Ariano hasta la médula. Yo digo que es un niño ecológico, porque no juega con juguetes, no le interesan, no le llaman la más mínima atención. Juega con pisapapas, tapers, cajas. Empezó a caminar con 9 meses y casi come solo. Marcos cortó la sucesión de fotocopias genéticas que somos los Schlimovich, introdujo a la familia el gen italiano, el de la madre, afortunadamente.
Come tanto o más que su hermano Matías, de 5 años, así chiquito como lo ven. Yo creo que toda la energía del alimento se le va a la garganta, porque grita como nunca antes había escuchado a un chico gritar. Durmió los primeros tres meses de su vida, su presencia era imperceptible, hasta que empezó a gritar. Grita y se ríe. Se ríe siempre, sobre todo mientras lo retan, lo retamos, cuando nos enojamos porque se torna insoportable, porque tira todo, porque se sube a todo y se tira de cabeza en una mílesima de descuido. El niño te mira y se ríe. Se anuncia independiente, desbordante de energía, absolutamente físico y seductor. Pura alegría y acción. A mí ya me conquistó.
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