Al abrirse las puertas del desembarque en el Aeropuerto Galeão, reconozco a Armando, en el stand de la Riotur, y el hecho de encontrar alguien conocido, apenas aterrizo, me hizo sentir todavía más en casa. En plena época de mundial, Armando me entrega un ejemplar de la Guia Oficial do Rio, con toda la programación que la prefectura preparó para conmemorar el mayor evento del planeta.
Cuando abro la revista me topo con varias fotos de "altinha" en la playa –los jugadores forman una ronda y hacen pases de pelota con cualquier parte del cuerpo menos las manos, sin dejarla caer-. La foto de Ipanema, en la segunda hoja, me recordó la "saudade" que tenía de practicar este juego que aprendí hace un año y que me había llamado la atención desde mis primeras visitas a Rio, por el año 2005. Me impresionaba la gracia con que tocaban la pelota, la precisión, los cuerpos de los jugadores y las jugadoras, y me preguntaba si esos cuerpos eran resultado de ese deporte. En el verano del 2007, cuando me tocó retratar la ciudad para la guía inglesa Time Out, me pidieron específicamente fotos de estas ruedas nacidas en arenas cariocas. En ese entonces ni imaginaba que un día yo podría estar participando en una.
Después de soportar temperaturas de un dígito en mi ciudad natal –Buenos Aires-, Rio me recompensó con un delicioso sol invernal sin una sola nube intercediendo en el cielo. Me aventuré a la playa de Ipanema, al mar que esa tarde parecía caribeño y a mi deporte preferido del momento, la altinha. Pero la pelota se mantuvo en el aire menos de 3 minutos, no por culpa de los jugadores –claro que no-, sino porque dos guardias municipales se abalanzaron sobre nosotros con la amenaza de confiscar la pelota y llevarla a la comisaría. Cómo? dije yo sorprendidísima, pero por qué? -Choque de Orden, no se puede jugar en la orilla hasta las 5 de la tarde, si insisten tendremos que llevarnos la pelota detenida. Me decía el guardia mientras señalaba las dos patrullas paradas en la Av. Vieira Souto. Pero a las 5 de la tarde, en pleno julio, no hay más sol, pensé yo, mirando la playa vacía de ese martes soleado.
Choque de Orden u orden invertida?
Me sentí una criminal, culpada de un delito gravísimo. Me fui a sentar ofuscada, con la sensación de que algo estaba mal, y no era yo, ni la pelota, ni la hermosa tarde, ni la playa. Días más tarde decidí indagar más sobre este famoso "Choque de Orden". Me presenté como periodista y como ciudadana extranjera ante el grupo de guardas –unos 8- reunidos en una de las carpas de la prefectura, y les pedí que por favor me explicaran en qué consistía la campaña. Muy amablemente, uno de los guardas me dijo que la primera medida había sido el reordenamiento de las barracas. Y mientras me señalaba las nuevas estructuras blancas, todas iguales, yo recordaba aquellas barracas coloridas, esos nombres llamativos que permitían que en pleno verano dos personas lograsen marcar un punto de encuentro en ese enjambre humano. –Era feo, desprolijo, cada uno hacía lo que quería, todo colorido, justificaba el guarda. Con el corazón estrujado yo pensaba justamente en esa característica propiamente carioca, esa capacidad de generar un colorido desmedido, esplendoroso. El color, esa marca personal de Rio de Janeiro, fue lo primero que quitó el Choque de Orden.
-Nuestra primera función es vigilar el tema de la pelota, no dejar que practiquen en la orilla porque eso molesta a la gente que está paseando –continuaba el guarda-. Y también el tema de la seguridad, los asaltos.
Yo no podía creer que la primera medida fuera prohibir el deporte y la segunda evitar los robos. Acaso no debería ser, por lo menos, al revés?
Y la basura? le pregunté. El guarda no supo bien qué contestar, manifestando que no había ninguna postura concreta con respecto a la cantidad de basura que todos los días, a pesar del impecable trabajo de la Comlurb, yace en las arenas de una de las playas más lindas del mundo. Una vez más, no será que el orden está todo dado vuelta? no deberían ser prioridad la seguridad y la limpieza? por qué no detienen a la persona que después de consumir su pote de açaí lo deja tirado en la arena como si fuera a desmaterializarse mágicamente, por qué somos los propios frecuentadores de la playa los que tenemos que llamar la atención, ya sea con la palabra directa o con carteles como los que colgó el diseñador Marcio PXE (ver projecto), de quienes esconden sus colillas de cigarrillo en la arena, abandonan sus vasos plásticos, sus latas de cerveza (la única basura que es recolectada al instante por los vendedores de aluminio, por suerte), sus panfletos de propaganda, sus pañales usados!!! no es este un delito mucho más grave que jugar a la pelota –al menos los días de semana invernales- junto al mar?
Solamente en la playas de Arpoador, Ipanema y Leblon hay 6 carpas de Guardia Municipal, cada una con 5 hombres, que trabajan de 8 de la mañana a 5 de la tarde, o sea 30 personas, 63 horas a la semana, más al menos dos autos patrulleros, todo para controlar que los chicos no jueguen a la pelota. A esto le llaman Choque de Orden??? por qué en cambio no colocan al menos uno de esos guardas en la entrada del túnel que une Botafogo con Copacabana, donde todas mis amigas, en su mayoría "gringas", y yo, fuimos asaltadas en la bicisenda? o en la entrada de las pasarelas subterráneas que unen el Aterro con la Praia de Botafogo, donde me quitaron mi bicicleta apuntándome con un revolver calibre 38? O en ese parque espectacular –uno de los más lindos que ya vi, y ya conocí muchísimos parques en todo el mundo- que fue diseñado por Burle Marx, el Parque de Flamengo, donde a partir de las 3 de la tarde ya es tierra de nadie?
En teoría, la prefectura promueve el juego de la pelota en su principal publicación turística, y por el otro lo prohíbe con refuerzos pudiendo arruinar las vacaciones de cualquier turista desinformado que llega con su pelota para practicar un deporte saludable en una de las playas más paradisíacas del mundo –y ya rodé por las playas de los 5 continentes- si no fuera por la basura. En qué quedamos? cuál es el mensaje?
Le manifesté gran parte de mis pensamientos al guarda municipal, que obviamente no tenía la culpa de nada, solo cumplía con su deber. Y me propuse no dejar pasar más el tiempo, aportar al menos mi granito de arena, recordar que con las pequeñas acciones sí podemos cambiar el mundo, porque el cambio global empieza por el cambio individual. Ningún idealismo, lógica pura.
Orden? estoy completamente a favor, solo que creo que el orden está invertido, y por favor, nada de choques.
Este artículo no termina aquí, falta conocer la opinión de los barraqueros, de los paseadores, de los turistas, de los jugadores. Continuará.
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Ana Schlimovich
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